viernes

Otoño. Creo que son las seis de la tarde. Se respira calma en el ambiente, paz. Una cálida paz. Se levanta una leve brisa. Cierro los ojos. Las hojas caen, el viento revuelve mi pelo. Agua. Una hoja cae al agua. Y más paz. Y en este parque solitario, tengo la sensación de que aquí no me pueden hacer daño. Este es mi pequeño refugio. Donde las hojas me cantan canciones y el viento forma la banda sonora. Donde el agua y yo, escuchamos atentantamente, todo lo que tengan que decir.

Sí, creo que este parque solitario es mi escondite perfecto. Esta es mi burbuja, que nadie explotará. Mi sueño, del que nadie me va a despertar. Este es mi mundo en la luna de queso, al que no llegarán los ratones que quieran comer.

Me tumbo en el césped, con mis sentidos dispuestos a atender obedientes a todo lo que las hojas me quieran contar a través de sus canciones. Dispuestos a sentir todo lo que el viento quiera mostrar con su melodía. Y abiertos a observar lo que el agua quiera mostrar. Aquí: en mi burbuja, en mi sueño, en mi luna de queso.







Mi perfecta burbuja de jabón, no explotes.

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