Nací y morí. Morí, morí y volví a nacer. Me perdí, me encontré. Me perdí, me perdí y volví a encontrarme. Dormí, mucho tiempo, y desperté. En un sitio que no me gustaba, con gente que no me gustaba, haciendo cosas que no me gustaban. Pero estaba despierta, viva, y encontrada. Sabía lo que quería, sabía lo que tenía que hacer. Sabía que hacían falta cambios. A largo y a corto plazo. Estaba viva, tenía la oportunidad, ¿así que por qué desperdiciarla? La oscuridad me tentaba, pero no se veía. La luz inspiraba, y todo estaba más claro en ella. La bombillita se me encendió. Así que me levanté, y empecé a moverme. A cambiar. A vivir. A sentir. A hacer todo lo que quería hacer. Empecé a buscar gente que me gustase, que me enseñase cosas, y la encontré. Empecé a buscar sitios que me inspirasen, que me calmasen, que recargasen las pilas, y los encontré. Empecé a hacer cosas que quería hacer, sin nadie que me rechistase. Empecé a hablar sin nadie que me callase. Empecé a vivir. Pronto volveré a morí, a dormir, a perderme. Y duraré un tiempo así, es algo que tiene que pasar. Creo que lo llaman intercambio equivalente. La balanza tiene que igualarse. Y cuando ese tiempo haya pasado volveré a nacer, a despertar y me volveré a encontrar. De momento pero, estoy viva y despierta.
