viernes


Probablemente debería gritarte a la cara mil palabras y más. Probablemente deberías devolverme todas las lágrimas que me has robado.
Pero lo más probable es que nada de esto suceda. Por que las palabras se me enredan en la lengua, y mueren en mis labios en un silencio que sale en forma de sonrisa cada vez que te tengo delante.
Tampoco me devolverás las lágrimas, bien pensado… te las regalo.

Tal vez lo más saludable sería abrirte la puerta y dejar que salgas de mi vida.
A la larga mi corazón lo agradecería. Pero la razón se adelantaría.
Pero… nunca he buscado lo mejor para mí. Nunca he querido lo mejor para mí.
Y soy egoísta y no te quiero dejar marchar.
Tú lo sabes también.
Y por eso desapareces y apareces cuando quieres, y me regalas sonrisas en los reencuentros. Me regalas palabras mágicas, y atardeceres de otros planetas.
Y luego te vuelves a ir.

Siempre fue así. Siempre lo supimos. Siempre será así.
Siempre seré yo quien espere pacientemente en la playa.
Y siempre serás tú quien falte a mil atardeceres y aparezcas en el mil uno. 


El fallo de mi plan es que tu sonrisa  empieza a saberme a poco.
 ¿Qué haremos entonces?



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