Seis de la mañana. En una parte del mundo está amaneciendo. Y el amanecer anuncia un nuevo día. Las personas de esa parte se levantan con parsimonia. En sus cómodas casas que les protegen de la lluvia y el frío en invieron, y les proporciona sombra y un techo en el que refugiarse de la furia del sol en verano. Empieza el día, y las personas de esa parte del mundo empiezan a rebuscar en los cajones de sus armarios el pañuelo perfecto con el que poderse vendar los ojos y volverse unos ignorantes. Salen de sus casas con una sonrisa pintada en la cara caminando por calles limpias y aire contaminado por las fabricas que les proporciona las ropas que llevan puestas. Fabricas que crean alimentos que no saben ni de que están echos. Fabricas que con sus productos les van quitando segundos de vida a la población ignorante.


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Seis de la tarde. En una parte del mundo está anocheciendo. Y el anochecer anuncia el final del mismo día desde que las personas de esa parte del mundo nacieron. Mismo día con diferente nombre. Las personas de esa parte del mundo se arrastra agotadas y con una débil llama de la esperanza hacia lo que los otros denominan casa. Tristes casas echas de lo que han podido conseguir. Casas que en inverno no les proporcionan el calor y la protección que deberían. Casas que en verano apenas puede protegerlos del sol. Termina un día más y las personas de esa parte del mundo se acuestan en colchones improvisados con almohadas improvisadas rezando a alguna divinidad que les ayude a salir de ese infierno ignorado por el resto del mundo.












¿Te escondes? Dime por qué.
¿Te avergüenzas? Dime por qué.